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  • ¿Aportas valor a las personas que te rodean?

    La aportación de valor se construye con capas de valor que vamos añadiendo a nuestra persona. Estas capas pueden ser de tres tipos y cuantas más capas tengamos, más aportación de valor representaremos.

    Las capas de valor interactúan entre sí, es decir, no son independientes. Todas ellas se complementan para formar la aportación de valor con la que simplemente nos podemos comunicar, influenciar, liderar…, ser más visibles.

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    1.- La sabiduría popular forma parte de los procesos de rendimientos crecientes o decrecientes; esto es, de procesos cuyos costos disminuyen (o cuyos beneficios aumentan) a medida que adquieren más adeptos, por lo cual se popularizan rápidamente y, cuando lo hacen, tienden a perpetuarse o quedarse en una temporalidad muy amplia; como la costumbre actual de conducir por la derecha o izquierda o de frenar en rojo y arrancar en verde; o como el uso generalizado de Word de Microsoft.

    La propagación de un idioma es un proceso de rendimientos crecientes, porque cuanta más gente los adopta, más les conviene a los demás adoptarlos. La sabiduría popular está directamente relacionada con la denominada «Ley de difusión de la innovación», la cual describe el comportamiento de distribución que tendrán o tienen nuestros compradores ante un producto o servicio que se incorpora al mercado. 

    La sabiduría popular está al alcance de cualquiera, ya que se trasmite con mucha facilidad y más hoy en día por el uso de internet. Por tanto, nadie escapa de la sabiduría popular y no tenemos por qué hacerlo, ya que en algunas ocasiones nos orienta en una simple toma de decisiones. En otras, por supuesto, nos puede perjudicar. 

    2.- La Cultura. Leer, viajar y relacionarse socialmente son los tres aspectos básicos de la cultura. Es, por tanto, una capa de valor determinante para nuestra aportación a la sociedad; debemos aderezarla con aquellas actividades que, sin ser especialistas o expertos en ellas, contribuyen a saber de muchas más cuestiones. 

    Las personas con las que, por ejemplo, nos relacionamos y que pueden hablar de muchas cuestiones referentes a cualquier tipo de tema, con un conocimiento suficiente como para poder opinar y escuchar para poder aprender más, son personas que siguen esta última premisa. Podemos observar en una simple charla que hay personas que no contribuyen a la misma porque no tienen conocimiento alguno. De igual modo, cuando realizamos entrevistas de trabajo, podemos darnos cuenta si estas personas que aplican a un puesto tienen otros conocimientos que no sean únicamente los requeridos. 

    Hay personas a las que les gusta la cocina, la fotografía, el mundo del vino, las series, la tecnología… y un largo etcétera de cuestiones que, sin ser especialistas en ello, contribuyen positivamente a una magnifica sobremesa o a un café con los compañeros sin ser monotemas. 

    La cultura no es devoción y es importante no confundirlo. Quien tiene cultura (en los términos en los que hablamos) no solo tiene cierto conocimiento sobre algo determinado, sino que tiene diferentes perspectivas de ello. La devoción es construir una idea fuerte y poderosa para no entender o incorporar otra. Todo aquello que me aleje de lo que pienso podría convertirse en devoción y desde luego el efecto como capa de valor es totalmente negativo, ya que debemos huir de estas personas que quieren evangelizar a toda costa lo que piensan. Por ello, cuando hablamos de las personas que tienen millones de seguidores en las redes, podemos catalogarlas como aportadoras de valor, pero si consideramos ahora que la aportación de valor se construye con tres capas y aún nos queda una por descubrir, estas personas carecerían de este segundo concepto. Por supuesto que hay personas que, teniendo muchos millones de seguidores, no tratan de evangelizar a nadie, utilizan su aportación de valor desde una perspectiva de contribuir y no de devoción.

    Las personas que suelen ser muy devotas en determinadas cuestiones suelen ser personas que no encajan críticas, que se consideran que están por encima del bien y del mal, que sus conocimientos son los únicos que prevalecen en cualquier conversación… ¿Querríamos contratar a alguien así? O incluso, ¿podríamos emparejarnos con alguien que cumpla estos lamentables requisitos?… Pues seguimos contratando gente de este tipo y desgraciadamente seguimos emparejándonos con personas de esta clase. 

    Estar abiertos al mundo en un momento en donde tenemos muchas más oportunidades para leer, ya que la tecnología nos permite estar conectados con la información en cualquier momento, accediendo incluso a libros online, es una ventaja que tan solo hace unas décadas no teníamos. Estar informado sobre lo que acontece desde una perspectiva objetiva y no manipuladora es con lo que tenemos que luchar en contraposición de esta gran ventaja competitiva. Viajar está al alcance de muchísimas más personas que antes; conocer culturas, observar diferentes estilos de vida, nos da una capa de valor que no tiene precio. Relacionarse socialmente, sin tener que ser predicadores en el desierto, nos de una perspectiva de la vida muy enriquecedora. Ser de las personas que levantan la mano y no de las que se sientan al final de clase. Aprender a tocar el piano sin querer ser Chopin, a ver cuadros de pintores impresionistas si desear ser Van Gogh, a visitar bodegas para entender un poquito mejor el maravilloso mundo del vino sin ser un sumiller… A ser aprendiz de todo y maestrillo de nada. 

     3.- Experto o Especialista. Esta es la tercera y última capa de valor, la que nos impulsa para destacar, para ser diferenciadores y exclusivos, la que representa nuestra marca personal, pero que, por sí sola, no termina de encajar en la aportación de valor. 

    Existen personas con un gran conocimiento en muchas disciplinas y son consideradas como referentes en lo que hacen, pero puede ocurrir que estas personas —sin mostrar devoción— solo sepan hablar de lo mismo. Cuando las sentamos en una mesa con una charla distendida, se quedan fuera de juego a no ser que se hable de lo que entienden y es entonces cuando se sienten más seguras. En muchas entrevistas cuando se pregunta, por ejemplo, sobre la experiencia del candidato, este suele soltarse mucho más, ya que se entiende que tiene el conocimiento adecuado. Puede estar hablando largo y tendido sobre el asunto de referencia, sin embargo, cuando se plantea un tema diferente en la mesa, esta persona suele hacerse más pequeña. Habla de su sector con un gran conocimiento si está bien conectado con él, pero le resulta muy complejo hablar de otros sectores (en un ámbito profesional), dicho de otro modo, no está conectado con el mundo, sino con su trabajo.  

    ¿A quién le gusta una persona que siempre está hablando de lo mismo?

    Tu aportación de valor es tu marca, tu legado… sin estas tres capas tu aportación es poco diferenciadora.

    Aquellos interesados pueden adquirir el libro "Talento" aquí.

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