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La brecha digital: la amenaza fantasma
Nos dirigimos hacia una sociedad cada vez más digitalizada donde los cambios se suceden de manera vertiginosa. En cada uno de estos cambios alguien siempre se queda atrás y termina por descolgarse. El motivo, en la mayoría de los casos, lo encontramos en la tan temida brecha digital.
Mucho se ha hablado acerca del riesgo que supone la brecha digital y, sin embargo, sigue siendo una amenaza real que está condicionando el desarrollo de la sociedad. Son tres las principales dificultades que caracterizan el problema al que nos enfrentamos.
La primera es la falta de conocimiento y cultura digital de muchas personas que pierden el tren del cambio porque no entienden lo que está pasando a su alrededor. Muchas veces pensamos en aquellas que tienen menos formación y que ocupan los puestos más bajos de la sociedad y nos olvidamos de otros profesionales perfectamente cualificados para el desempeño de su tarea - arquitectos, abogados, médicos... - que tampoco entienden el mundo de los “1” y los “0” y que también acaban por quedarse fuera del nuevo escenario.
En este caso la brecha digital derivada de la falta de conocimiento se convierte en una barrera infranqueable que está incidiendo de manera muy negativa en la transformación de la economía. Alguien podría pensar que se trata de una selección natural donde solo sobreviven los más “inteligentes”, pero sería un craso error asociar inteligencia con habilidades digitales, cuando estas se pueden adquirir fácilmente con formación.
Pero la cosa no queda aquí. Existen personas que, teniendo los conocimientos, no pueden permitirse el lujo de comprar los dispositivos electrónicos que necesitan para moverse con solvencia en el mundo digital. Pensemos en una familia compuesta por cuatro personas; lo deseable sería que cada una de ellas tuviera un smartphone y un portátil para, por ejemplo, poder estudiar o trabajar desde casa. La realidad es muy distinta y en muchas ocasiones el recurso electrónico es compartido, con todas las dificultades que ello conlleva.
En estos casos vemos cómo la brecha digital se ceba en aquellas personas que tienen menos recursos económicos y que, una vez más, ven pasar el tren de la vida asumiendo que para ellos esta es otra batalla perdida.
Por último, también identificamos un grupo de personas que, teniendo conocimientos y pudiendo permitirse adquirir los dispositivos electrónicos que precisen, no disponen de acceso a la banda ancha porque donde viven no llega la fibra o la cobertura móvil y al final también se quedan fuera de la digitalización.
La falta de formación digital; el hecho de no poder acceder a la tecnología necesaria por falta de recursos económicos y por último, no disponer de acceso a la banda ancha son los tres principales enemigos contra los que tenemos que luchar si queremos vencer a la brecha digital y pensar en una sociedad digital e inclusiva.
Lo cierto es que, hasta ahora, no lo hemos hecho demasiado bien y son muchas las personas que por alguno de los tres motivos citados anteriormente están fuera de este mundo digitalizado. Aún estamos a tiempo de cambiar las cosas, recuperar a los más rezagados y conseguir que el proceso de transformación socioeconómica sea todo un éxito.
Nadie dijo que fuera fácil, ni tampoco que se conseguiría de la noche a la mañana, pero todos estaremos de acuerdo en que no nos podemos permitir el lujo de dejar a nadie atrás y seguir pagando, en cada cambio, un precio tan alto que al final impida alcanzar el objetivo.
Ha llegado el momento de aunar intenciones, alinear voluntades y focalizar esfuerzos si de verdad queremos evitar que la brecha digital sea la amenaza fantasma que termine por lastrar nuestro futuro.