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  • La Tasa Verde

    Cuando no es una cosa, es otra, pero uno tiene la sensación que, desde Canarias vivimos instalados en la permanente reivindicación de nuestras singularidades, de las consecuencias de nuestra ultraperificidad, de nuestra fragilidad por el hecho insular…

    Cuando no es que toca defender las inversiones en nuestra red aeroportuaria, es por nuestro sector agrícola, cuando no es que hay que juntarse para defender nuestro REF, es la RIC, cuando no es el descuento de residencia, es las carreteras… y ahora, la "tasa verde".

    Internacionalizacion el cambio ya esta aqui y ha venido para quedarse Cajasiete

    Es una evidencia que la tasa verde nos tumbaría, nos dejaría KO en un contexto de subidas de precios ya generalizado y haría que nuestra competitividad turística quede por los suelos. Sin duda, la aplicación de una tasa tan relevante en la configuración del precio final de los billetes de avión (y barco), nos alejaría aún más, mientras que innumerables turistas descartarían Canarias como destino de sus vacaciones cuando saquen las cuentas de lo que costaría venir a disfrutar de nuestras islas.

    Puede pensarse que las consecuencias para nuestro archipiélago no serían dramáticas, porque al fin y al cabo, la tasa se aplicaría de modo generalizado a todos los trayectos en avión, afectando de alguna manera a la competitividad de todos los destinos turísticos por igual. Pero de ninguna manera sería así. Cansados estamos de hacer entender que los territorios insulares, alejados de tal manera que el tráfico marítimo turístico, no es relevante, estamos atrapados por la dependencia de esa caja de metal que transporta unos 170 clientes en cada operación con nuestros aeropuertos. Nuestra fortuna es ser islas y tener la posición privilegiada que tenemos, pero en este caso, puede ser también nuestra amenaza.

    Es evidente que destinos continentales, a los que se puede acceder por tierra, con medios de transporte más eficientes y respetuosos con el medio ambiente, pueden resultar “beneficiados” de esta situación.

    Además, debemos ser conscientes que es probable que cambie el comportamiento de los consumidores, que pueden evolucionar a una tendencia de menos viajes al año, quizá más largos para evitar utilizar tantos aviones, quizá a destinos más cercanos o a aquellos en que se evite el uso del avión.

    La industria aeronáutica, consciente también de la necesidad de reducir la emisión de CO2 en los trayecto, lleva trabajando tiempo en la producción de biocombustibles, pero no parece que estos lleguen a poder aplicarse de manera generalizada antes de una década o más.

    Por otro lado, Canarias como cualquier otro destino del mundo, hace ya muchos esfuerzos por poder compensar con múltiples medidas, públicas y privadas, la huella de carbono que produce el turista no sólo durante su estancia, sino en su desplazamiento. Se me antoja ningún esfuerzo será suficiente, tal y como evoluciona la mentalidad del centroeuropeo y que el esfuerzo en “marketing” de las políticas y resultados conseguidos, será titánico.

    Habrá mucho de green washing y habrá también multitud de medidas reales, que esperamos sean reconocibles por nuestros potenciales clientes y no seamos víctimas de una situación que puede ser muy difícil de gestionar.

    Claro que la tasa ha de existir, porque la transición energética es inevitable y necesaria, pero es igual de claro que aunque se retrase a 2030 su aplicación en Canarias, pone en serio riesgo nuestro porvenir turístico, además de los grandes incrementos en costes que los canarios nos encontraríamos en nuestros propios desplazamientos.

    Así pues, toca volver a evangelizar sobre nuestro hecho insular y ganar esta partida, porque… como decían nuestras madres, con las cosas de comer no se juega.

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