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Separando el grano de la paja
En una sociedad digital, moderna y llena de alternativas como la actual, conseguir captar la atención de las personas no se antoja empresa fácil. Los usuarios consumimos contenidos a través de diversas plataformas, canales y servicios de manera compulsiva y acelerada.
Tenemos prisa, y como consecuencia de esta rapidez y satisfacción instantánea, muchos usuarios desarrollan conductas como la hiperactividad tecnológica, así como el deseo constante de gratificación momentánea. Lo llamamos la cultura de la inmediatez.
En este universo digital en el que cohabitamos gracias a la revolución tecnológica que hemos experimentado en los últimos años, surgen nuevas alternativas tanto para acumular como para transmitir conocimiento, o algo parecido. Ya hace años que muchos ven vídeos o escuchan podcasts como alternativa a leer documentación para entender o aprender cosas.
A día de hoy, esos vídeos son más cortos, y nos vienen como reels en plataformas como Instagram o Tik Tok. Además, surgen esas figuras de “influencers” o pseudo expertos en cualquier tipo de ámbito o disciplina profesional que a menudo suplen su falta de conocimiento técnico especializado con vídeos bien editados llenos de sonidos o efectos especiales.
Su objetivo real no es transmitir conocimiento, sino alcanzar la visibilidad y convertirse en referentes comunicadores de la disciplina o rama que hayan elegido. Sea la que sea. En la gran mayoría de las ocasiones, sin ser verdaderos expertos. Sin tener conocimiento, ni una formación académica de base, ni siquiera una auto formación sólida en la materia
De hecho si analizamos con detalle el nivel de sus contenidos, la profundidad técnica de los mismos deja mucho que desear. Pero curiosamente, en muchas ocasiones tienen mayor llegada o visibilidad gracias a este tipo de canales y a los vídeos vistosos que los verdaderos expertos. Insisto en que hablo de cualquier campo profesional.
Para alguien acostumbrado a investigar e ir a la base de las cosas, en muchos de estos casos, es sencillo separar el grano de la paja. Una serie de comprobaciones y búsquedas bien dirigidas, para distinguir lo bueno de lo malo, al experto real del charlatán vendehumos. Y es que, por desgracia, mi mentalidad de ingeniero hace que perciba el mundo de manera binaria, distinguiendo siempre entre buenos y malos, ganadores y perdedores, unos y ceros.
Esto llevado al límite en el mundo de la psicología se percibe como una distorsión cognitiva, denominada pensamiento polarizado. Sin llegar a ese extremo, manejo yo una teoría en ese sentido que algún día compartiré de manera más formal.
La reflexión que hago al respecto de lo expuesto, es que este fenómeno de la inmediatez (aplicado en contenidos nimios sin profundidad técnica real en cualquier materia que se precie), no sólo está presente en los influencers de Tik Tok, sino también en el ámbito profesional y empresarial donde todos nos movemos. Donde todo el mundo pretende ser experto en una materia sin invertir para ello las horas necesarias. Porque, ¿qué es un experto sin experiencia real?
En el mundo profesional de ahora, abundan este tipo de perfiles. Los que buscan la inmediatez, los que pretenden erigirse como referentes en cualquier disciplina sin remangarse, viendo vídeos de Tik Tok o haciendo formaciones milagrosas con elevado nivel de abstracción, en lugar de estudiar los fundamentos técnicos en los manuales y libros como hemos hecho siempre. Porque su valor en ese mundo empresarial es inapreciable. Son los “gestionadores”, los que pretenden vivir de reunión o reunión, justificando así su jornada laboral.
La búsqueda de las respuestas esenciales es algo que trasciende a cualquier época del tiempo. Tanto en épocas pasadas, como ahora. La filosofía es esa disciplina que siempre nos ha acompañado en este camino, con el objetivo de ayudarnos a vivir mejor o con más sabiduría. De hecho, se han puesto de moda en los últimos tiempos corrientes como el estoicismo, una filosofía eminentemente práctica que en mi opinión tiene mucho que enseñarnos.
En este sentido, a mí me gusta también ver en el hacking una filosofía que puede ayudarnos a crecer tanto en el plano personal como profesional. He hablado de ello en diversas ocasiones, y es algo sobre lo que podremos profundizar.
Pero, sin ánimo de dispersarme, e hilando con lo que he ido exponiendo a lo largo de este artículo, es precisamente la inmediatez lo antagónico a mundo del hacking, donde las cosas funcionan o no. Donde los sistemas se comprometen o no. Donde no hay humo que valga. La búsqueda de atajos o herramientas de botón gordo es algo que hacen los llamados script kiddies, lammers o lusers. Un hacker, es aquel que se forma de verdad, profundizando, que busca las respuestas, que se preocupa por ahondar en el conocimiento técnico detallado y avanzado de cualquier materia que se precie. Estudiando, asimilando contenido, leyendo, probando, experimentando, errando una y otra vez, hasta dar con la respuesta.
Así es como podemos crecer, convertirnos en verdaderos expertos en la materia que hayamos elegido, ser hackers en la disciplina que sea, y distinguirnos en este mundo tan competitivo donde sobra la paja, y no abunda el grano. Happy Hacking, pues.