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El trabajo es líquido, depende de ti y requiere movimiento
Por María-José Dunjó, especialista en Cambio y Reinvención ProfesionalEste artículo está basado en las teorías del sociólogo Zygmunt Bauman que fue el que acuñó el término líquido en referencia a la sociedad, en plena era de la información (finales del siglo XX) en alusión a la transformación de la modernidad.
¿Qué es la Modernidad Líquida?
En contraposición con la posmodernidad, Zygmunt Bauman no identifica una fecha final para la modernidad, sino que distingue en ella dos estados diferentes, sólido y líquido, y sitúa la transición entre ambos en el momento de devastador Terremoto de Lisboa (escala 9 Ritcher), por trascender la catástrofe material y convertirse también en una catástrofe intelectual. Hasta entonces, se erigía a Dios como creador de todas las cosas, incluidas las leyes, pero la hostilidad e indiferencia con la que se manifestó la naturaleza hacia el ser humano, produjo un cambio de paradigma.
Rousseau, Voltaire o Holbach proponen fundir las creencias obsoletas y rehacerlas bajo el molde de la racionalidad, un momento que sincroniza con el inicio de la Edad Contemporánea, a partir del cual se renuncia a la creencia de que la religión puede explicarlo todo y se acoge el método científico, rechazando el mito y dando paso a la razón en lo que Bauman denomina la mayoría de edad del individuo. La modernidad consiste en no aceptar las cosas como son y cambiarlas por algo mejor, y así fue desde el principio de la Edad Moderna. No obstante, el propósito original era conseguir una realidad más sólida y por eso, Bauman denomina al primer período modernidad sólida, al producirse en un contexto de grandes fábricas que empleaban a miles de trabajadores, en enormes edificios que no dejaban de ser fortalezas, calculadas para durar tanto como las catedrales góticas.
Esas características sólidas, bastante ajenas a la verdadera naturaleza del cambio, son las que evolucionan con el tiempo hasta transformarse en modernidad líquida: obsesiva, adictiva y compulsiva, en la que se acepta plenamente que todo lo que existe está condenado a cambiar y que nada perdura eternamente.
El trabajo líquido
El término líquido, posteriormente se ha extrapolado a diversas circunstancias de nuestro tiempo: sociedad líquida, educación líquida, trabajo líquido, etc.
Ya no creemos en las soluciones definitivas, que además no nos gustan. Los ciclos son cada vez más rápidos y nos prevenimos contra la inmovilidad, porque sabemos que todo puede cambiar en un instante y que podríamos quedar excluidos. A nivel laboral se nos exige flexibilidad, ya que, como calculara hace unos años el sociólogo Richard Sennett, en media los trabajadores cambiarán de empleo unas once veces a lo largo de su vida.
Hablar de trabajo líquido es mucho más que una metáfora, es afrontar esa realidad líquida en la forma en que nos relacionarnos con nuestra profesión, con nuestros empleadores y con otros profesionales, en contraposición con las formas propias de la era industrial (trabajo sólido: horarios fijos, estabilidad laboral o una relación exclusiva entre empleado y empleador). Lo importante ahora, bajo este nuevo paradigma, es el valor diferencial que aportamos (talento, conocimiento, experiencia y competencias) y el modelo de negocio bajo el que ofrecemos nuestros servicios: horarios flexibles, sostenibilidad laboral (empleos sucesivos) y relaciones no exclusivas de empleados y empleadores (proyectos simultáneos).
Por eso, es necesario gestionar la trayectoria profesional porque si no lo hacemos, sólo conectaremos con la fluidez y acabarán apareciendo fugas e inundaciones. Tenemos que ser capaces de ir un poco más allá en esta realidad laboral en la que convivimos las cuatro generaciones, cada cual con su idiosincrasia, adoptando modelos de trabajo flexibles basados en el conocimiento y la aportación de valor. En estas condiciones, es fundamental aprender a gestionar la incertidumbre y el compromiso, desde el cambio y la flexibilidad. Porque en una sociedad de estas características, el compromiso es lo primero que falla y nadie quiere comprometerse a largo plazo con un proyecto que no le aporta seguridad.
“Estamos presionados constantemente por dos valores opuestos y necesarios: libertad y seguridad. La seguridad sin libertad nos convierte en esclavos.” Zygmunt Bauman
La sostenibilidad laboral vendrá del buen uso de esa libertad y para ello, es conveniente revisar las reglas del juego en el papel histórico del trabajo, porque han cambiado.
Tu futuro laboral depende de ti
Según Bauman y otros teóricos, la conciencia de vivir en una sociedad industrial llevaba asociada una convicción y ética laboral. El mundo era una gran fábrica en la que debíamos producir más y mejor, y eso nos hacía funcionar en base a dos reglas: 1) para vivir y ser feliz había que hacer algo que los demás consideraran valioso y digno de pago, y 2) estaba mal conformarse con lo conseguido y no estaba bien visto descansar. Son premisas que presuponen que todos tenemos una capacidad de trabajo que vender, que ese es el estado natural del ser humano y que permanecer ociosos es ser vagos.
Es preciso revisar estas reglas, porque nuestra realidad es otra. Ya no se requieren tantas personas para producir, ni “esforzados trabajadores”, sino “alegres consumistas”. Nos guste o no, los bienes no están hechos para perdurar, sino para ser sustituidos, incluso antes de que los consumidores hayan terminado de pagarlos.
¿Cuáles son tus valores en este contexto? ¿Cuál es tu rol profesional? Despliega tu creatividad porque tu futuro profesional, más que nunca depende de ti… ¡Muévete!
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