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El camino del talento sénior
Por pura casualidad ha llegado a mis manos un libro cuya lectura no sólo ha resultado divertida, sino también aleccionadora. Es lo que tienen las recomendaciones que a priori no tienen nada que ver con uno (o sí), que al final acabas encontrando enseñanzas y puntos en común, seguramente porque es verdad aquello de que la experiencia y el paso del tiempo son un regalo cuando un sabe aprovechar sus lecciones.
Al menos es lo que le ha pasado a Dan Lyons, autor de Disrupción, el relato en primera persona de un profesional avezado que se ve inmerso en un nuevo entorno laboral que, además de extraño a su experiencia anterior, le resulta completamente incomprensible desde el primer día. Es la historia, al final, de una pesadilla que se convierte en valiosa enseñanza.
Nuestro protagonista, el periodista Lyons, es una víctima de la crisis de los medios de comunicación que, expulsado del ecosistema profesional que le resulta natural (no por su mal proceder individual, sino por una crisis estructural que prescinde de activos valiosos), termina por aceptar la oferta para incorporarse al departamento de comunicación de uno de esos proyectos tecnológicos con vocación de unicornio. Y no es una adaptación fácil, desde luego que no.
El periodista entrado en la cincuentena añade a las inseguridades propias de su situación (un hijo de corta edad, una esposa con problemas de salud, un seguro médico comprometido) el acceso a una empresa en la que sus nuevos compañeros tienen la mitad de edad que él, y en la que los propietarios y directivos de la firma, a los que también aventaja generosamente en años, parecen únicamente ocupados por el lanzamiento de la empresa a los mercados de valores, algo que los hará millonarios y quizá, sólo quizá, producirá algunos beneficios para la plantilla.
Todo ello, con independencia de la calidad de los servicios ofrecidos por la compañía, que son, vamos a decirlo con palabras generosas, manifiestamente mejorables. En ese contexto, todo un veterano curtido como Lyons se siente extraño, incomprendido y, sobre todo, frágil.
No quiero darles más detalles sobre el desempeño de nuestro protagonista, porque el libro es de lectura muy recomendable incluso por el mero disfrute de la historia. Hay pasajes ciertamente hilarantes, aunque el autor habría preferido ahorrárselos, o no, que nunca se sabe. Pero sí puedo compartir con ustedes un inocente spoiler del que podemos extraer para estas líneas algunas conclusiones de utilidad. La historia de Lyons con todo en contra es al final una historia de éxito, basada en su pericia como profesional, que incluso, con todos estos elementos adversos, es capaz de producir resultados interesantes para la empresa que lo ha contratado.
Digamos que, sin hacer ruido, incluso conviviendo con la incomprensión recíproca, nuestro profesional es capaz de aportar ese talento sénior que hará mejorar a los jóvenes profesionales sin experiencia y que convertirá a la empresa en: a) un lugar mejor en el que trabajar, y b) un proyecto empresarial más robusto.
Y todo ello ocurre de un modo natural, aunque unos y otros saben perfectamente que esa relación no es para siempre. Porque Lyons no quiere permanecer más tiempo del necesario en la empresa ni ésta llega a considerarle jamás como un activo estratégico. Pero, guiado por su oficio y su indudable talento, con el valioso añadido de esa ironía que sólo da el paso del tiempo, el periodista no sólo resiste primero y aporta después, dando muestras de una indiscutible resiliencia; también aprende, escucha, incorpora elementos valiosos a su bagaje de conocimiento.
Y es precisamente esa nueva experiencia la que le permitirá acercarse a nuevos proyectos exitosos de una dimensión muy superior. Primero, el guion de una premiada serie de televisión centrada en el ecosistema de las empresas de tecnología; después, el retorno a los medios de comunicación con el aval que supone hacer conocido por dentro ese ecosistema en expansión en la economía del Primer Mundo. Una ventaja comparativa derivada de una experiencia que pudo resultar traumática, pero que no lo fue por la inteligencia de Lyons a la hora de desplegar sus capacidades.
Resulta cuando menos paradójico que, en unos tiempos en los que defendemos la lícita aspiración a una vejez activa, o en los que países de nuestro entorno más cercano se plantean alargar la edad de jubilación, la economía real prescinda de los profesionales con más experiencia, marginándolos del mercado laboral y condenándolos a ser sólo un segmento de consumidores, engrosando eso que ahora eufemísticamente denominan la Silver Economy.
Desde siempre sabemos que el valor de la experiencia del camino está en el camino mismo. Y lo que vale para los griegos clásicos y ha sido recogido por tantos genios de las letras universales, vale igualmente para una trayectoria profesional rica en décadas y enseñanzas. Ahí, en la vocación por la excelencia en distintas etapas y contextos, se encuentra el auténtico valor del talento sénior. Talento que no viene de vuelta, todo lo contrario, está de ida en busca de nuevas oportunidades para crear y desarrollarse.