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El efecto Wall-E
La inteligencia artificial está en boca de todos. Cuando enchufamos la tele o la radio, ya no nos sorprende que se hable de un nuevo uso de la omnipresente IA.
Desde el punto de vista de la ciberseguridad, estoy siendo cada vez más consciente de que la IA va a ser el arma definitiva de defensa contra los cibercriminales y sus avanzadas técnicas y tácticas basadas, como no, en la IA. De forma que tenemos la tecnología más avanzada combatiendo contra otra versión de sí misma, en un caso en manos de los buenos y en el otro en poder de los malos, que quieren robar nuestros datos, enriquecerse o ambas cosas.
Vienen a mi memoria varios largometrajes que basan sus tramas en la IA, pese a haber sido estrenados hace no pocos años. En Terminator (1984), una inteligencia artificial llamada Skynet evoluciona hasta tomar conciencia de sí misma y volverse contra la especie humana a la que busca aniquilar. En Blade Runner (1982), los avances en la ingeniería genética y en la inteligencia artificial han logrado fabricar replicantes de los humanos que resultan muy difíciles de diferenciar salvo por la carencia de respuestas emocionales y de empatía. En IA (2001), nuevamente vemos como la tecnología ha avanzado al punto de crear androides que imitan a los seres humanos y que están dotados de emociones genuinas e inteligencia artificial. En este caso, un niño diseñado para amar, sobrevive a la especie humana, siempre en busca de amor y aceptación. En la cinta Yo robot (2004) el ordenador central de la mayor compañía de fabricación de robots se revela contra los seres humanos desafiando las tres leyes de la robótica de Asimov. Y por último, está Wall-E (2008), una película de animación en la que los hombres abandonan un planeta Tierra enfermo y contaminado, embarcados en una nave en la que pasarán siglos vagando por el espacio, resignados a una vida ociosa y manipulada por la inteligencia artificial que lo controla todo.
Como tecnólogo soy testigo directo del avance excepcional que está suponiendo la inteligencia artificial para muchos sectores y profesiones y, aunque sabemos que la tecnología va mucho más rápido de lo que la mayoría de las personas podemos asumir, lo cierto es que la IA debe ser supervisada en último término y debemos usarla como un asistente, para aumentar nuestra productividad. Las empresas estamos diseñando sistemas de defensa cibernética automatizada y basada en IA para apoyar a los equipos de operaciones de seguridad. Una inteligencia artificial capaz de acelerar lo que hasta ahora veníamos haciendo de forma manual. Por su parte y también gracias a la IA, los ciberdelincuentes están desarrollando ataques, campañas de phishing sin ir más lejos, cada vez más sofisticadas y difíciles de detectar.
El cibercrimen supone ya más de 1,5 trillones de dólares anuales, lo que supera a la suma de los negocios del narcotráfico y la prostitución. En el futuro, donde las guerras serán protagonizadas por las inteligencias artificiales, se va dibujando un panorama cada vez más próximo a toda esa ciencia ficción de la que hablamos antes. Debemos, por lo tanto, poner límites a la seguridad y a la privacidad de nuestros datos y tener una clara gobernanza de esta tecnología. Evitemos caer en la tentación de abandonarnos a la prevalencia intelectual de la inteligencia artificial. El efecto Wall-E.
Temática: Innovación y Tecnología
Autor: Felipe González de Mesa Ponte
Gerente de Tecnología e Infraestructuras en Cajasiete, con un Máster en Business Intelligence & BigData por la EOI. Inició su carrera en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, pasó por Accenture y se unió a Cajasiete en 1999. Ha continuado su formación en Gestión de Empresas, Big Data, Banca Digital y Fintech.
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