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  • Vamos a contar mentiras, tralará...

    Bueno y alguna verdad… que había que captar la atención del lector.

    No vivimos tiempos veloces, es más que eso, vivimos tiempos con mucha aceleración, que viene siendo cuando te quedas pegado al sillón, es decir, no sólo vamos rápido, sino que cada vez vamos más rápido.

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    Y es esa misma aceleración la que en ocasiones no nos deja entender lo que pasa a nuestro alrededor, porque cuando tratamos de poner foco en algo, otro cambio irrumpe, nos deslumbra, nos menea y nos hace volver mirar donde tenemos los pies.

    Esta es la sensación que tengo desde hace años, en general y en particular con el turismo, aderezado con un periodo Covid que muchos preferimos olvidar, pero ahí estuvo, y, sus influencias en el comportamiento del consumo de ocio y vacaciones, contra todo pronóstico, vinieron para quedarse y nos cambiaron los esquemas a los que nos habíamos acostumbrado.

    Así pues, les invito a hacer un pequeño sobrevuelo por los fenómenos que están y van a estar sacudiendo nuestra economía los próximos años, así como un paroncito, también a vista de pájaro, de donde pueden estar estas islas si nos asomamos a la ventanita de un futuro no muy lejano.

    El sector, a nivel global, se enfrenta a un montón de factores que tendrán mayor o menor impacto en cómo se articula esta industria del turismo, pero la combinación de todos, a buen seguro, va a entregarnos una configuración de cómo funcionan las cosas, muy distinta a la actual.

    Vamos a ver como las grandes cadenas, los grandes grupos (hoteleros, aéreos, tecnológicos, financieros…), cada vez van a ser más grandes, por la vía de las compras, las absorciones, fusiones o alianzas… dejando un espacio mucho más pequeño y menos competitivo a las pequeñas cadenas y a los independientes, que tendrán que buscar refugio en la especialización, en aportar muchísimo valor y en la diferenciación, si bien, no les va a quedar más remedio que buscar sus propias alianzas y sinergias, especialmente en materia de tecnología y comercialización, cuyos costes o los disminuyen, o se comerán sus márgenes.

    Asistiremos a una gran presión sobre nuestra imprescindible conectividad aérea, en tanto y cuanto las aerolíneas no sean capaces de mitigar su emisión de gases (la producción de combustibles sostenibles, SAF, va a ir más lenta que la presión de muchos viajeros a quienes les genera rechazo la contaminación que provocan sus vuelos), unido a una mayor presión de tasas e impuestos que se trasladarán, si o si, al precio de los billetes.

    Lo de la digitalización y la sostenibilidad, no profundizo mucho, porque seguro que todos hemos entendido ya que no son un fin, ni siquiera un medio, sino el punto de partida de cualquiera que quiera prosperar en este negocio. Les acompaña la manida inteligencia artificial, que se va deslizando apresurada, en toda la cadena de valor, sin saber muy bien aún, cuánto hay de oportunidad y cuánto de amenaza.

    Comprobaremos cómo los viajeros cambiarán… y mucho; la estructura demográfica evoluciona, irrumpiendo en el negocio nuevas generaciones (Z, Milenials, X y Boomers) que no entienden la vida, ni la vida de viajeros como la podemos entender hasta ahora.

    Nos vamos a tener que ir acostumbrando a vivir muchos fenómenos de turismofobia, de turistificación, de overturism, de gentrificación, es decir, multitud de circunstancias que nos hablan (o nos gritan) sobre los costes del éxito, de cómo las zonas turísticas se llenan de las imparables viviendas vacacionales (al igual que las ciudades), de cómo la gente se queja de precios inasumibles en los alquileres y ven cómo se tienen que vivir lejos de sus centros de trabajo, de carreteras colapsadas, espacios naturales sobrecargados, cabreos generalizados y, por tanto, una progresiva desafección con el sector. 

    Vamos a ver normal cómo la principal, mejor dicho, la “única” industria capaz de sacar esta tierra adelante, va a ser el centro de las críticas, precisamente, por no ser capaz de resolver a través de su propio éxito, todos los problemas que acucian a esta tierra; es más, va a ser progresivamente (e injustamente) demonizada e identificada como la culpable de muchos de nuestros males.

    Porque nos guste o no, nuestro éxito turístico es tan nítido como nítida es la distancia (cada vez mayor) que separa el PIB canario (per cápita), de la media española y europea. Estamos cada vez más lejos de cualquier ratio de convergencia y, detrás de eso, se ocultan problemas muy visibles de desigualdad, pobreza, paro a la par que muchísimos empleos sin cubrir, falta de competitividad, reivindicaciones de mayores salarios, un inmenso absentismo laboral, una inmigración laboral constante, una gran presión poblacional y numerosas circunstancias más que explican con perfecta armonía porqué el turismo, a la que llamamos la industria de la felicidad, no la reparte como quisiéramos.

    Este es por tanto, el gran reto entre los retos.

    El turismo va a seguir siendo la piedra angular de Canarias, le pese a quien le pese. Así pues, estamos obligados a lograr que sea capaz de estructurar una Canarias más competitiva, más igualitaria, más estructurada, más viable. Tenemos que ser capaces de democratizar nuestro éxito. Debemos ser egoístamente inteligentes en la gestión de nuestro éxito turístico.

    Hay suficientes evidencias, si somos autocríticos, para tener claro que el modelo actual no nos está llevando al mejor de los puertos, a un puerto que de un cobijo sostenible para nuestros hijos y preserve los privilegios naturales que nos han traído hasta aquí. Le debemos muchísimo al turismo, pero le debemos y nos debemos aún más al futuro de esta tierra, de la mano, como no, de esa misma bendita industria que nos trajo hasta aquí, pero barriendo más para casa.

    Además, el turismo es tan, tan viable en nuestras islas, que estoy convencido que puede ser el mejor catalizador de la diversificación de nuestra economía, puesto que la gran cantidad de subsectores que arrastra y de los que se alimenta, pueden tener su mejor ecosistema en nuestra tierra. El turismo no es sólo hoteles, es una infinidad de actividades que lo acompañan en los cuales también podemos ser líderes, hasta el punto, de poder exportar conocimiento a innumerables destinos que nos observan con admiración.

    Cualquier esfuerzo en armarnos con ambición y luces largas, ahora que podemos, cualquier esfuerzo en fortalecer la competitividad del sector, en reforzar la formación y capacidades de nuestra gente, en apostar por la innovación, la investigación y desarrollo, en modernizar sistemáticamente nuestros espacios públicos y privados al mejor nivel, así como nuestras infraestructuras, en dotarnos de una oferta alojativa y complementaria excelente (y todo lo cara que seamos capaces de vender), es poco. 

    Vamos a contar verdades, tralará…

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